Leo en 233grados.com que el periodismo es una de las peores profesiones del mundo (sobre 200, los periodistas son el 184 y los reporteros gráficos los 189). Y esto no lo dice mi padre, sino el Wall Street Journal, que suena más contundente. A todos aquellos que estamos empollando Derecho de la información, nos valdría más dejarlo, porque no tiene sentido nuestra carrera. Vale más estudiar la carrera de tus sueños, aunque esta sea Historia de la literatura comparada, y luego hacer un máster de periodismo. Así, por lo menos has estudiado una carrera seria.
Ahora bien, ¿quién produce la información entonces? ¿Aquellos que solo han estudiado durante unos meses, puede ser periodistas? Si te habías pasado antes por aquí, sabrás que prosumidor significa consumir y producir información. Este es el ciudadano modélico del siglo XXI: va al trabajo en bici, limpia las cacotas de su perro y escribe una crónica sobre la ribera del Gállego. Pues bien, estos no existen. Jarro de agua fría en el blog de Juan Antonio Giner: un 5% de las cuentas de Twitter genera el 75% de su contenido.
Pero claro, queda muy bien poner en tu periódico una sección con fotografías enviadas por los lectores, o crónicas radiofónicas locutadas por oyentes inexpertos. Vende más. Pero llega un momento en el que se acaba la información, como el aire, se usa y se usa y no resulta útil. Es estúpido tratar de vender la misma información vista desde mil ángulos, o simplificar los datos al máximo. Contra todo esto, el periodista debe buscar calidad, que no debería conllevar una pérdida de cercanía.
Hay dos opciones: optar por el elitismo (la calidad y la cultura han de ser de unos pocos) o por el populismo (para todos). O si optamos por palabras más bonitas, por una cultura de calidad o una cultura accesible. Hay quien dice que la calidad está relacionada con la «reelaboración, participación o experiencia», mientras que otros abogan por anular las leyes anti-monopolio y recuperar el derecho al copyright, como William Baker. Pero aquí nunca encontraremos la salida del laberinto, porque no sabemos si huimos del minotauro o de Jack Nicholson. Desconocemos si el problema es la crisis, la falta de financiación, o el propio periodismo.